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martes, 26 de febrero de 2013

LLEGÓ EL DÍA

Por fin llegó el día de la comunión. El día dos de Mayo del año 2010 amanece con muy buen tiempo. Es agradable que, para una celebración como es el día de la primera comunión, el día sea bueno, soleado y espléndido, así todos los niños y niñas, y también los padres y familiares pueden lucir sus vestimentas y adornos, pero sobre todo los niños que son los protagonistas del día.

Nos levantamos ese día, tanto mi mujer como yo, mi hijo y mi nuera bastante temprano, y, como es normal en un día tan importante, algo nerviosos. Bueno, a decir verdad, bastante nerviosos, porque, aunque quieras dormir, los nervios no te dejan; por lo tanto, estas deseando que sea la hora para levantarte. Después de revisar todos los detalles para que no se olvide ninguno, preparamos el desayuno, llamamos y levantamos a los niños, desayunamos, y, acto seguido, los bañamos debidamente y les ponemos la ropa. Atención especial al que va a hacer la primera comunión, que es el que más tiempo se lleva. Después a se visten los padres y, mientras tanto, los abuelos nos quedamos con los nietos, a la vista de ellos para que no empiecen a jugar y se manchen la ropa o se la estropeen.

Se hace la hora de salir de casa para la Iglesia, salimos todos y cerramos la puerta. Echamos a andar y, por el camino, nos encontramos con otras familias que también van a lo mismo que nosotros.

Todos los niños y niñas, sentados a ambos lados del altar mayor escuchando las palabras del cura, las catequistas atentas a los movimientos que tiene que hacer cada niño cuando le toca, los fotógrafos pendientes de cuándo tienen que hacer la foto, y los padres, pendientes de sus hijos para ver cómo lo hacen.

Van tomando la primera comunión con un orden muy bien enseñado por las catequistas. Los fotógrafos hacen las tomas necesarias para no fallar a la hora de presentar el vídeo de fotos a las distintas familias, los padres y los abuelos limpiándonos la baba de ver cómo hacen la comunión los niños.

Terminada la ceremonia, todos salimos de la Iglesia contentos y satisfechos de ver lo bien que lo han hecho, los móviles salen de los bolsillos para hacer fotos de los niños con los familiares, con los padres, con los abuelos, con los amigos, y hasta con el perro en algún caso
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La primera comunión de mi nieto Juan se celebró en el Restaurante Monte Pinar, de Orihuela. También allí tuve tiempo de pensar y recordar cuando yo hice la primera comunión, que estuve desde las seis de la tarde del día anterior hasta que salimos de la Iglesia, que serían más de las doce de la mañana, sin tomar ni agua. Mi padre me dio un bizcocho que había comprado en la confitería de Carlos Onteniente, para que me lo comiera.

miércoles, 20 de febrero de 2013

PRIMERA COMUNIÓN DE MI PRIMER NIETO

A lo largo de mis años de jubilado, mi mujer y mis hijos se han encargado de que yo no me quede parado, y me han ido pasando competencias de las suyas para que me entretenga, por ejemplo llevar    a mis nietos Juan y Lucia al colegio Ricardo Campillo a las ocho y media de la mañana. Después me voy a la casa de mi hija y llevo a mis nietas Irene y Andrea al colegio Nuestra Señora del Rosario a las nueve de la mañana, y, por si faltara algo, vuelvo a la casa de mi hija, cojo a mi nieto Gonzalo y lo llevo a la guardería.

Después cojo el coche y me voy al campo, a la pequeña finca de naranjos que tenemos, echo de comer a las gallinas, al pato y al gato, y, después, me entretengo recorriendo la finca con una picaza en la mano, y voy quitando algunas matas de hierba de las que nacen por el huerto. Cuando miro el reloj y veo que son las doce y media aproximadamente, me cambio de ropa y me vuelvo al pueblo a recoger el "ganado" que había dejado horas antes.

Y así un día tras otro, una semana tras otra, un mes tras otro y un año tras otro hasta llegar al año 2010, en el que mi primer nieto hace la primera comunión. Pero hay que ver cómo se pasa el tiempo cuando uno tiene algo que hacer, y, sobre todo, si lo que está haciendo lo hace a gusto porque si lo que haces lo haces a disgusto, las horas se hacen días, los días se hacen meses, los meses se hacen años, y los años se hacen siglos. Por lo tanto, mi consejo es que el tiempo que gastemos en hacer algo, que lo hagamos lo más a gusto posible.

Cuando yo era niño, antes de comulgar no teníamos esas ganas de que llegara ese día. Es cierto que también nos daban una preparación antes de comulgar. A los niños y niñas que íbamos a comulgar, desde el colegio y por la tarde, todos en fila, nos conducían hasta la Iglesia para darnos la preparación suficiente antes de comulgar. Allí en la Iglesia, el cura y algunos profesores o profesoras nos daban lecciones de cómo teníamos que movernos y comportarnos; una vez terminada la clase, salíamos otra vez en fila hasta el colegio, y, de allí, cada uno para su casa. Pero no como ahora, que te tienen dos años llevándote por la tarde una vez por semana al salón parroquial, y, una vez allí, te deja el familiar de turno y se vuelve a su casa, y, cuando son las siete, vuelven a recoger lo que dejaron un rato antes.

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