Hacía varios años que a mi padre, por motivos de mala circulación, le tuvieron que amputar una pierna. Los médicos recomendaron ponerle una ortopédica, pero él les dijo que no se encontraba con fuerzas para ponerse de pie, y no se la pusieron.
Hasta sus últimos días los pasó en una silla de ruedas. Desde que le cortaron la pierna se le quitaron las ganas de vivir, no se le quitaba el dolor de la pierna que le habían cortado; él decía que le dolían los dedos y el pie, y la pierna la tenía cortada por el muslo. Dos veces se cayó de la cama, porque se incorporaba, y, creyendo que tenía la pierna, se bajaba de la cama, y, al intentar poner los pies en el suelo, se caía.
El día veintiocho de Febrero falleció, y con él se fue una de las personas que yo más quería, porque, no sólo era mi padre, también era mi amigo; y no lo digo por alabarlo, sino porque en los tiempos difíciles de la posguerra, a los padres se les llamaba de "usted", y yo, quizás fuera porque era el menor de los hermanos, pero yo tuteaba a mi padre. Mis hermanos me decían "el papá te va a dar un trompazo por llamarle de "tu", pero no fue así, me fui ganando su confianza, y, más que padre e hijo, nos tratábamos como amigos. Que Dios lo tenga en la gloria, que bien merecida la tenía.
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