
Después cojo el coche y me voy al campo, a la pequeña finca de naranjos que tenemos, echo de comer a las gallinas, al pato y al gato, y, después, me entretengo recorriendo la finca con una picaza en la mano, y voy quitando algunas matas de hierba de las que nacen por el huerto. Cuando miro el reloj y veo que son las doce y media aproximadamente, me cambio de ropa y me vuelvo al pueblo a recoger el "ganado" que había dejado horas antes.

Cuando yo era niño, antes de comulgar no teníamos esas ganas de que llegara ese día. Es cierto que también nos daban una preparación antes de comulgar. A los niños y niñas que íbamos a comulgar, desde el colegio y por la tarde, todos en fila, nos conducían hasta la Iglesia para darnos la preparación suficiente antes de comulgar. Allí en la Iglesia, el cura y algunos profesores o profesoras nos daban lecciones de cómo teníamos que movernos y comportarnos; una vez terminada la clase, salíamos otra vez en fila hasta el colegio, y, de allí, cada uno para su casa. Pero no como ahora, que te tienen dos años llevándote por la tarde una vez por semana al salón parroquial, y, una vez allí, te deja el familiar de turno y se vuelve a su casa, y, cuando son las siete, vuelven a recoger lo que dejaron un rato antes.
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