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jueves, 25 de noviembre de 2010

NUEVO TRABAJO EN ANDALUCIA

El día cuatro de Noviembre de 1.984, a las cuatro de la mañana, salí de mi casa con rumbo a Jaén, concretamente al pueblo de Albánchez. Mi trabajo consistía en ordenar a un grupo de veinte obreros para hacer una sustitución de sistema de riego, a base de canal de piezas prefabricadas de hormigón, que se fabricaban en Murcia y se transportaban en camiones hasta el pueblo de destino.
Aquellos trabajos se llamaban trabajos del P.E.R., que significa Plan de Empleo Rural, y la empresa que lo ejecutaba se llamaba TRAGSA, aunque yo iba mandado por la empresa que me buscó, el seguro me lo hizo TRAGSA para el tiempo que duraran las obras. Mi sueldo no era exactamente el que me propuso mi empresa, sino los metros de canal terminados, a un precio acordado entre las dos partes. Así que tuve que poner todo el ingenio que tenía para poder sacar las diez mil pesetas diarias, y lo conseguí hasta tal punto que lo superé.
La empresa que me contrató se llamaba Diego Marin Alarcón, y pronto se dio cuenta del trabajo que estaba realizando. Me llamó a la oficina y me propuso tomar varios pueblos a la vez para obtener más ganancias tanto la empresa como yo. Le dije a mi jefe que me lo pensaría. El me respondió: "pues piénsalo rápido, que a primero de mes salen más pueblos".
El fin de semana siguiente me puse en contacto con unos compañeros con los que había estado trabajando el año 1.978 haciendo canales, y les propuse un sueldo casi el doble de lo que ganaban, más la pensión y la comida, y me lo aceptaron. Comuniqué a mi jefe la decisión, y al mes siguiente comenzamos a trabajar en varios pueblos a la vez, empleando a cerca de cuatrocientos obreros. Mi trabajo consistía en ordenar a los encargados de cuadrilla y vigilar y supervisar los trabajos en cada pueblo.
Dos años estuvimos en esos trabajos, hasta que mi hijo Juan cumplió los dieciséis años y me lo llevé y lo puse a cargo de una cuadrilla de veinte hombres en el pueblo de Albánchez de Ubeda.

martes, 23 de noviembre de 2010

MUERE MI PADRE

Hacía varios años que a mi padre, por motivos de mala circulación, le tuvieron que amputar una pierna. Los médicos recomendaron ponerle una ortopédica, pero él les dijo que no se encontraba con fuerzas para ponerse de pie, y no se la pusieron.
Hasta sus últimos días los pasó en una silla de ruedas. Desde que le cortaron la pierna se le quitaron las ganas de vivir, no se le quitaba el dolor de la pierna que le habían cortado; él decía que le dolían los dedos y el pie, y la pierna la tenía cortada por el muslo. Dos veces se cayó de la cama, porque se incorporaba, y, creyendo que tenía la pierna, se bajaba de la cama, y, al intentar poner los pies en el suelo, se caía.
El día veintiocho de Febrero falleció, y con él se fue una de las personas que yo más quería, porque, no sólo era mi padre, también era mi amigo; y no lo digo por alabarlo, sino porque en los tiempos difíciles de la posguerra, a los padres se les llamaba de "usted", y yo, quizás fuera porque era el menor de los hermanos, pero yo tuteaba a mi padre. Mis hermanos me decían "el papá te va a dar un trompazo por llamarle de "tu", pero no fue así, me fui ganando su confianza, y, más que padre e hijo, nos tratábamos como amigos. Que Dios lo tenga en la gloria, que bien merecida la tenía.

lunes, 22 de noviembre de 2010

POCOS DIAS DESPUES

Convocó al Consejo Rector una noche, y nos reunimos los dieciséis miembros que componían el Consejo Rector. Como único punto del orden del día, era aclarar lo de los diez mil kilos de limón podrido. El presidente, después de abrir la sesión, me pidió una explicación sobre el tema.

Yo le dije que llamara al oficinista y que trajera los libros de entradas y salidas. Se levantó y lo llamó. Entonces le dije al oficinista: "dime los kilos que han entrado de primera y los que han salido, y de segunda igual". Al oficinista se le cambió el color de la cara. Abrió el libro y empezó a leer; en primera habían salido cuatro mil kilos más de los que habían entrado, en segunda habían salido cinco mil kilos más de los que habían entrado. Entonces, dirigiéndome al presidente, le dije: "Entonces, si han salido nueve mil kilos entre primera y segunda más de los que han entrado, ¿me quiere decir, señor presidente, de qué categoría de limón han salido los diez mil kilos de podridos?"
Naturalmente que había tirado diez mil kilos de limones podridos, pero de la partida que había entrado de cítrica. Todos los consejeros se quedaron mirando al presidente, y uno le dijo: "¿para esto nos has convocado?"
Desde entonces el presidente y yo no compaginábamos bien, le había dejado en ridículo delante de todo un Consejo Rector, y eso no me lo iba a perdonar nunca.
En la segunda quincena de Octubre, me propusieron un trabajo para ganar doscientas mil pesetas mensuales; le dije al que me lo propuso que en pocos días le daría la contestación. Yo ganaba en la cooperativa cincuenta y cinco mil pesetas mensuales, y le propuse al presidente que me subiera el sueldo a setenta mil pesetas. Este convocó al Consejo Rector para debatir mi propuesta, y decidieron que no; y así me lo comunicó el presidente.
Con aquellas palabras del presidente, que a mí me sonaron a despido, me fui al teléfono, hice una llamada y confirmé mi nuevo trabajo.
El día dos de Noviembre, Sábado, cobré el mes de Octubre y trabajé, dando instrucciones a la encargada de las mujeres y al chaval que iba a quedarse en mi puesto para que siguieran funcionando sin necesidad de que yo estuviera con ellos. No obstante, cuando venía los Viernes casi de noche, antes de llegar a mi casa, pasaba por la cooperativa para ver si todo funcionaba bien o si tenían algún problema.
Haciendo las cosas de corazón, como yo las hacía, no podía estar tranquilo hasta que tuve la certeza de que ya no me necesitaban.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

DEJO EL PUESTO Y ME MARCHO

Fue duro y penoso el camino, pero lo conseguimos. A principios de la campaña del limón fino del año 1.984 se había comprado al dueño del establo todo el terreno, y se habían hecho nuevas cámaras para desverdizar el limón.
En esas fechas teníamos nuevo presidente. El nuevo presidente, Juan José García Ortuño, otros dos consejeros y yo visitamos varias cooperativas asociadas para ver cómo evolucionaban, y nos gustó su evolución. Entramos a formar parte de la Federación de Cooperativas con el numero 90, y se trabajaba muy bien.
Disponíamos de tres naves y de dos cámaras para desverdizar más de cincuenta mil kilos en cada una; trabajábamos en el almacén unas treinta mujeres y seis hombres, más el oficinista y yo; y en el campo trabajaban otras tantas personas. Ese año se preveían muchos millones de kilos, había una cosecha muy buena, y ya exportábamos a toda Europa y a países del Este.
Pero yo tenía un problema con el presidente. Al contrario del anterior que no se metía en los trabajos del almacén, éste se metía en todo como si él fuera el encargado del almacén, cosa que a mí no me parecía bien. En la campaña anterior ya había tenido una discusión con él porque me cambiaba al personal sin contar conmigo para nada. Le llamé a la oficina y le dije que, mientras yo fuera el encargado del almacén, el que mandaba allí era yo, y no le sentó nada bien.
Por si fuera poco, el oficinista, que era hijo del secretario, lo alarmó diciéndole que en un mes había tirado diez mil kilos de limones podridos. De seguido fue a darme las quejas, yo le dije que convocara al consejo rector para aclararlo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

EVOLUCION DE LA COPERATIVA

Como responsable de trabajo de las entradas y salidas, del control de los productos tanto en el almacén como en el campo, y de la evolución de los mercados tanto nacionales como extranjeros, tuve que trabajar duro y con unos horarios muy extensos.
Antes de las siete de la mañana ya estaba en la cooperativa preparando y ajustando los calibradores de la máquina, y a las ocho de la mañana, cuando las mujeres comenzaban, ya lo tenía todo preparado.
Al medio día, cuando se terminaba de trabajar, nos íbamos a comer, y a las cuatro de la tarde comenzábamos otra vez; y, según los pedidos que teníamos, así dependía el horario de terminar la jornada.
Cuando se acercaba la fecha de la campaña del limón fino muchos agricultores habían venido observando la marcha y el funcionamiento de la cooperativa.
La entrada de socios desde que comenzamos, había sido lenta, pero, conforme se iba acercando la campaña, iban entrando más socios. Durante la campaña del limón fino se contrató a un oficinista, y le tuve que habilitar una oficina junto a la mía; entre las dos no llegaban a los ocho metros cuadrados, pero nos surtíamos bien.
Aquello funcionaba. Al principio sólo mandábamos limón a los mercados nacionales, como Madrid, Bilbao o Zaragoza, no disponíamos de marca propia. El presidente, a través de sus amistades , consiguió que un amigo y conocido suyo nos cediera su marca para poder exportar al extranjero. EL LANCERO, así se leía la marca, y el señor que la cedió hacía de representante de la cooperativa. Como se vendía mucho y entraban nuevos socios, el consejo rector decidió solicitar marca propia para agilizar los trámites.

domingo, 14 de noviembre de 2010

FUNDACION DE LA COOPERATIVA

El día seis de Junio de 1.982, comenzamos a trabajar en la cooperativa. Ocho mujeres y yo componíamos el equipo en el almacén, y otras tantas personas en el campo recolectando limón.
La sede se había ubicado en un establo propiedad de uno de los fundadores. Yo, como albañil que era, habilité un cuartichín que tenía el dueño del establo para las medicinas de los terneros y lo convertí en oficina. No disponíamos ni de mesa ni de sillas, el dueño nos prestó lo que él tenía.
Tuvimos que hacer una valla para separar los terneros de la zona en que estaba la máquina en la que trabajaban las mujeres. Los terneros a veces metían la cabeza entre los maderos, y como la mitad de las mujeres trabajaban de espaldas a la valla, estos con el morrillo les empujaban en el trasero; era de risa pero no teníamos otra cosa.
Como se trabajaba sólo para el mercado nacional, los pedidos los hacíamos por la mañana, y por la tarde, las mujeres no venían a trabajar. Propuse al consejo rector hacer una pequeña cámara para derverdizar el limón. Lo aceptaron y, con la ayuda de un chaval que trabajaba con nosotros, hice la cámara en la cual metían hasta veinte mil kilos de limón; teníamos que apilar hasta diez cajas de altura, y como no teníamos maquina elevadora, teníamos que apilarlas y bajarlas todas a mano.
Así fuimos ordenando aquel trozo de establo, que estaba dentro del cauce de la rambla de Santomera con el consiguiente peligro de inundarse si la rambla traía bastante agua de una lluvia.
En el mes de Julio se le compró al dueño el trozo de establo que teníamos ocupado, y, en ese mismo mes, se hizo la escritura de la cooperativa en Abanilla, en la notaría de don Ramon Romá Riera. Los cargos de los trece fundadores quedaron de la siguiente forma:
Presidente, Juan Antón Campillo
Vicepresidente, Juan José Garcia Ortuño
Secretario, José Fernández Laorden
Tesorero, José Villaescusa Verdú
Consejeros, Antonio Marquina Espejo, José Martínez Carrión, Vicente Fernández Campillo, Joaquín Rodríguez Yllescas, Antonio López Martínez. y Francisco Fuster Alemán.
Como interventores de cuentas, Carmelo Molina López y un servidor Juan Manrique Rubio.
Y para el comité de recursos, Tomás Cayuelas Martínez.

jueves, 11 de noviembre de 2010

AÑO 1.982

Después de dejar el bar, seguí trabajando en la construcción, pero iba yo solo y sin socios, hacía obras a particulares.
Me salió una obra para hacer en Yeste, provincia de Albacete, en una aldea llamada Jartos, era una obra de más de cien metros cuadrados y con dos plantas de altura, la acepté y la empecé.
Me hospedaba en Yeste, en la fonda Felipe, el dueño de la obra me pagaba la pensión y la comida, y un sueldo convenido entre los dos; los peones los ponía él. La obra la llevaba bien y a buen ritmo, se trabajaba fuerte pero a gusto. Los fines de semana me venía a mi casa, y los lunes temprano salía para estar a la hora de comenzar en el trabajo.
Mientras tanto, en Santomera estábamos haciendo reuniones entre algunos agricultores para formar una cooperativa del limón, para poder exportar al extranjero y cubrir parte del mercado nacional.
Nos reuníamos todos los sábados por la noche cerca de veinte personas, y en los primeros días de Mayo de 1.982 concretamos y aprobamos, por mayoría de trece personas a favor, que se fundara la cooperativa, y que se le pondría el nombre de EL LIMONAR DE SANTOMERA.
Se decidió el puesto de cada uno en la formacion del consejo rector, y a mí me tocó el de interventor de cuentas junto con otro más.
Me eligieron para el puesto de encargado general, el cual acepté con la condición de que mientras no terminara la obra que estaba haciendo en Yeste no empezaría en la cooperativa, y así lo aceptaron.
El día dos de Junio termino la obra de Yeste. El dueño me pagó y cargué toda la herramienta en un vehículo y me la traje para Murcia.
Allí terminaba otra etapa de mi vida, otra vez dejaba la construcción para dedicarme a otro oficio, el cual desconocía totalmente, aunque yo ya estaba acostumbrado a los cambios.
Este iba a ser un cambio muy importante, pues ya no se trataba sólo de mi casa ni de mi familia, se trataba de que se podían incorporar muchos socios a la cooperativa y de que había que emplear a mucha gente a trabajar, se trataba de muchas familias que podían vivir del trabajo que podía dar la cooperativa.

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