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jueves, 11 de junio de 2009

MI PRIMERA COMUNION



Se acercaba la fecha de mi Primera Comunión, que sería el día de la Ascensión, en el mes de mayo del año 1951. Tenía ocho años cumplidos. No había dinero ahorrado, pero, al menos, mi padre y mis hermanos mayores tenían trabajo. A mis padres les hubiera gustado que llevara un traje de comunión y unos zapatos, pero con lo que ganaban no daba para eso.
Un día mi madre lo comentaba con las vecinas, cuando se ponían a coser en la calle por las tardes. Le dijo una: "Dolores, por qué no hablas con el Tío Frasquito, que si puede te va a solucionar el problema". Y así lo hizo mi madre. Aquel hombre se dedicaba a cobrar los recibos del seguro de Santa Lucía, el que da derecho al entierro cuando algún miembro de la familia fallece y está incluído en la póliza .
Como entonces dinero había poco, los grandes y pequeños comercios daban facilidades para pagar en pequeñas cantidades. El Tío Frasquito, que a través de su compañía tenía contactos con varios comercios, le dió un papel a mi madre para que fuéramos a Murcia.
A los pocos días mi madre y yo nos fuimos a Murcia en el autobús, y nos presentamos en el establecimiento que nos había recomendado el Tio Frasquito. Encima de la puerta de entrada se podia leer el nombre del establecimiento: CONFECCIONES PEDREÑO.
Entramos, y mi madre, con el papel en la mano, se dirigió a un dependiente, le enseñó el papel y él, después de leerlo, dijo: "Esperen un momento", y se marchó. Al poco tiempo apareció acompañado de otro señor que portaba en la mano el citado papel. "Dígame señora en qué puedo servirle". Yo me quedé sosprendido de que un señor tan bien vestido tratara a mi madre de señora. Pues bien, mi madre le expuso el caso de mi comunión, y el hombre le dijo con una sonrisa: "Señora, tratándose de la persona que le ha dado este papel, lo único que falta es que me diga lo que quiere y cómo quiere pagarlo".
Aquellas palabras llenaron de alegría a mi madre, que podía ver cómo su hijo Juan tenía la posibilidad de comulgar con traje y zapatos. Y así fuí el primero de los tres hijos varones que comulgaba con zapatos, igual que mi hermana Isabel. Los mayores lo hicieron con alpargatas.

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