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martes, 11 de enero de 2011

UN EDIFICIO EN MI CASA

Corrían los años entre 1.988 y 1.990. Cuando hice mi casa aproveché las paredes del patio para construirla; así que la humedad la tenía asegurada. Pensando que tenía que hacer una reforma de bastante envergadura, les dije a mi mujer y a mis hijos que tendríamos que desalojar la casa para hacer la reparación.
Compramos un piso nuevo en la calle del Calvario, se estaba construyendo el edificio, y nos costó 3.850.000 pesetas. Obtuvimos un préstamo para 15 años y, pensando en mi hijo, lo pusimos a su nombre para cuando él se casara.
Una noche estábamos cenando, ya nos habíamos pasado a vivir al piso, comenté de tirar la casa para hacer una nueva en el mismo solar. Mi hijo Juan, que era el presidente del edificio  ya sabía lo que era vivir en comunidad, me dijo: "papá, ¿por qué, en vez de hacer una casa en bajo para vosotros, no hacemos un edificio con semisótano, una vivienda para tí en la planta baja y otra para mí, arriba?"; le dije que me lo pensaría.
Consulté con un arquitecto para hacer los planos y le pregunté si sería mucha la diferencia entre hacer una casa en bajo, o hacer el edificio. El arquitecto me dijo que tendría que valorarlo, y así lo hizo. La vivienda en bajo me costaría unos siete millones de pesetas, y el edificio completo unos trece millones. Lo consulté con la familia, y llegamos a una conclusión, haríamos el edificio para los dos, pero el piso que habíamos comprado sería para mi hija María José; y así quedó acordado.

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